Hace mucho tiempo, alguien me preguntó qué podía hacer para no ser como su mamá. Me dio mucha ternura y le conteste que irremediablemente todas nos vamos a convertir en nuestra mamá. Por este motivo es fundamental sanar el vínculo con mamá, poder llegar a un estado de gratitud y desapego con la misma.
Una adulta madura y sana tiene sus sueños, sus propias metas y sabe en cada paso de su vida que no hace nada ni para agradar a mamá/papá ni para desagradar a mamá/papá.
Una adulta sana se ha separado emocionalmente de mamá/papá para crear su propia vida.
Y esto no significa abandonar a los padres.
Es todo lo contrario.
Significa crecer en el amor, en la libertad, en el compromiso que tiene cada adulto con ser feliz, en honrar la vida siendo feliz y agradecido por cada día.
Una persona que siente que tiene que hacer feliz a otra, sin darse cuenta, carga con un poder y un compromiso enorme.
Primero, porque nadie puede hacer feliz a nadie. La felicidad es un compromiso individual, porque la vida es dinámica. Las cosas cambian, los sentimientos pasan.
Y por otro lado, cargar con este poder significa que todo lo que uno decide tiene inferencia directa sobre el otro. Eso, para mal, o con carga energética mala, de poder.
Si no podemos equilibrar este vínculo con los padres, buscamos repetir el mismo sistema con la pareja, pidiendo lo imposible: “hazme feliz”, o “dame todo lo que necesito”.
Y eso es imposible. Una sola persona no te puede proveerte de todo lo que necesitas en la vida.
Y luego baja a los hijos repitiendo el ciclo una y otra vez. Padres dependientes emocionalmente de sus hijos que crean y crían hijos dependientes.
Una cosa es honrar a los padres y otra muy distinta es vivir para darles el gusto.
El amor, el respeto, la tolerancia, tan necesarios para la conexión con los otros empieza por uno mismo.
Empiezo por darme amor aunque siento que me porté mal y no lo merezco, me respeto yo misma por eso tomo decisiones sanas para mi vida como por ejemplo comer sanamente, me tolero a mí misma y acepto el hecho de que me voy a equivocar, y cuando pase será para aprender y no para castigarme.
Noto todo el daño que mi pasado me ha hecho y lo suelto, decido vivir libre de él y feliz. Escrito así suena hermoso, ¡un sueño!
Me apena decirte que este no es un trabajo fácil, no es una lección que se puede aprender de memoria, pero si es la mayor lección de tu vida.